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jueves, 14 de marzo de 2013



Imagen del Papa Francisco
El Papa Francisco abandona la basílica tras la misa. | Foto: Reuters
  • Eso aseguraba Francisco en su última entrevista antes de ser Papa
El cardenal argentino Jorge Bergoglio, desde el miércoles el nuevo Papa con el nombre Francisco, concedía muy rara vez entrevistas. Una de las últimas se la dio a Andrea Tornielli, vaticanista del diario italiano La Stampa, en febrero del año pasado.
En esa entrevista Bergoglio ya aseguraba cosas como que "los malos de la Iglesia se llaman vanidad y arribismo". Por si a alguien le quedaba alguna duda sobre cuales serán sus objetivos ahora que se ha convertido en el primer Papa jesuita de la Historia, en el primer Pontífice latinoamericano, en el primero que adopta el nombre de Francisco en homenaje a Francisco de Asís, el santo de los pobres y los humildes...
"Ser un cardenal es un servicio, no un título honorífico. La vanidad, el jactarse de uno mismo, es una expresión de la mundanidad espiritual, que es el peor pecado en la Iglesia", clamaba hace ya un año el actual Francisco, cuando las guerras internas y las luchas de poder ya sacudían al Vaticano. "El arribismo, el tratar de subir, entra de lleno en esta mundanidad espiritual. Como ejemplo de lo que es realmente la vanidad con frecuencia digo: mirad a un pavo real, si lo miras de frente es muy bonito. Pero da algunos pasos hacia atrás y míralo desde atrás, te das cuenta de la realidad. Quien cede a esa vanidad autoreferencial en el fondo esconde una miseria muy grande".
Además, y siempre en esa entrevista a Andrea Tornielli realizada con ocasión del consistrorio de 2012, Bergoglio apostaba por una Iglesia que salga de los palacios, que deje de mirarse el ombligo y que se lance a las calles. "Debemos salir de nosotros mismos, ir a la periferia. Se debe evitar la enfermedad espiritual de la Iglesia autoreferencial: cuando lo es, la Iglesia se enferma", decía hace un año Bergoglio.
"Es verdad que saliendo por el camino, como le ocurre a cualquier hombre o mujer, pueden ocurrir accidentes. Pero si la Iglesia permanece cerrada en sí misma, autorreferencial, envejece. Y entre una Iglesia accidentada que sale por el camino y una Iglesia enferma de autorreferencia no tengo ninguna duda: prefiero la primera".
Bergoglio explicaba además lo que estaba tratando de hacer en ese sentido como arzobispo de Buenos Aires: "Buscamos el contacto con las familias que no frecuentan la parroquia. En lugar de ser sólo una Iglesia que acoge y que recibe, tratamos de ser una Iglesia que sale de sí misma y va hacia los hombres y las mujeres que no la frecuentan, que no la conocen, que se han ido, que son indiferentes. Organizamos misiones en las plazas, en las que se reúne mucha gente: rezamos, celebramos la misa, proponemos el bautismo y lo administramos tras una breve preparación". Imagínese lo que puede hacer ahora que es Papa.

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